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Segunda Época | Mes MARZO/2017 | Año 3 | No. 24

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José Fornaris, Bayamo y el arrullo de la Patria

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

José Fornaris y el Nacionalismo

Amarilis Terga Oliva

Fornaris y la invención de Cuba

Mario Cobas Sanz

La madrugada en Cuba

 
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José Fornaris, Bayamo y el arrullo de la Patria

Aldo Daniel Naranjo Tamayo

En el despertar de la conciencia cubana por parte de los liberarles e ilustrados en la medianía del siglo XIX es imprescindible recoger el nombre del abogado y poeta José Fornaris y Luque, (Bayamo, 18 de marzo de 1827- La Habana, 19 de septiembre de 1890) uno de los epígonos del movimiento político y de renovación poética que vivía la sociedad bayamesa al calor de hombres de la talla de Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Ramón de Céspedes Barrero, Esteban Estrada Céspedes y Pedro Figueredo (Perucho).

Ellos supieron aprovechar las fiestas, juegos de ajedrez, serenatas y carnavales para trasmitir un mensaje de compromiso revolucionario y poner el desarrollo económico, social y cultural de Bayamo por la senda de la ilustración y el progreso social. En casa de Fornaris, Lucas del Castillo y Perucho Figueredo organizaron encuentros literarios. Especialmente, Fornaris era sorprendido por la aurora al compás de la fascinante música. A las damas compuso canciones bonitas y poemas que aún mantenía sin publicar.

En sus hermosos cantos de los siboneyes, casi exterminados por los conquistadores españoles, encontró José Fornaris el modo de patentizar las originarias costumbres cubanas y la oposición a la explotación de los cubanos. En su poesía se daban de la mano la exposición de las raíces más autóctonas y la nervadura de la inconformidad con el régimen colonial.

Desde la primavera de 1848 las reuniones literarias se transformaron en ardorosas discusiones políticas. Lo primero era educar al pueblo y prepararlo para un verdadero programa de proyección social, cuyo objetivo sería crear una conciencia en la cual se prefiriera el bien colectivo al bien individual, es decir, un programa de unidad social. Frente al caos, la ignominia y la opresión, para esos hombres no había otro camino que el de la lucha armada. Del mismo criterio eran muchos jóvenes de Bayamo, los que gozaban de prestigio social, claras inteligencias, bien informados de los asuntos económicos, sociales y políticos; estudiaban a los autores modernos en las diversas materias.

Obviamente, la ofensiva debía dirigirse a crear un ambiente más civilizado y progresista en la urbe, con la fundación de nuevos centros culturales y artísticos. Lo primero sería reestructurar la Sociedad Filarmónica y construir un edificio más moderno, porque el existente se caía en pedazos. Por otra parte, lo más correcto sería fundar un verdadero teatro, con una mayor capacidad que la sencilla sala en el edificio filarmónico y crear un elenco dramático propio. En tercer lugar, dotar a la Plaza Isabel Segunda de jardines, que dieran una estética al entorno citadino; y en cuarto lugar, instalar una imprenta y fundar un periódico, que comunicara noticias y proyectos sociales sistemáticamente al pueblo.

Una junta encabezada por Céspedes, José Fornaris y Aguilera, redactaron el reglamento interno de la institución, del cual se cuenta con muy pocas noticias. Una de las ideas rectoras era destinar el dinero que se recaudara para hacer mejorías en el hospital civil San Roque. Para la puesta en escena de las obras teatrales Fornaris se integró a otros jóvenes que compartían sus mismos arrestos histriónicos.

De esta época el poeta dejó un fiel testimonio que acusaba el carácter reaccionario de los gobernantes españoles y su antagonismo con las ideas avanzadas, ante todo con los derechos de reunión e imprenta. Denunció que no se permitían gimnasios, imprentas ni periódicos, es decir, nada de lo que pudiera vigorizar el cuerpo ni dar luz al espíritu. Fornaris nativista hizo una valoración significativa: «Y mientras el mundo entero gozaba de periódicos, esa gigantesca antorcha que ilumina el Universo, en Bayamo vivíamos envueltos en la noche de la superstición y de la ignorancia…»

Respecto a las actividades de la juventud ilustrada bayamesa él denunciaba que se consideraba poco menos que un crimen el cultivo de la poesía, y que eran sospechosas las reuniones de poco más de media docena de personas. Por eso, era preciso tratar furtivamente el más sencillo de los temas literarios.

El nombre de Fornaris esta asociado a la emblemática canción La bayamesa, estrenada el 27 de marzo de 1851 en la ventana de la María de la Luz Vázquez, como uno de sus compositores.

El 4 de enero de 1852 el periódico habanero La Prensa publicó el primer poema conocido de Fornaris, titulado de «Calma», dedicado a su amigo Carlos Manuel de Céspedes, quien mejor que nadie, en su opinión, podía darle precisas respuestas al «árido hastío» en que vivía. El poema es un fiel retrato de la monotonía y la lacerante calma existente en la Isla, particularmente en Bayamo, donde los hombres ilustrados, en expresión del bardo, vegetaban «silenciosos y retirados» en sus hogares, pues no podían expresar libremente su pensamiento liberal. Este terrible reposo, cuya alteración provocaba la ira de las autoridades, parecía que nunca iba a acabar.

No es casual entonces que Fornaris fuese puesto preso el 14 de febrero de 1852, junto a Carlos Manuel de Céspedes y Lucas del Castillo, acusándolos el teniente gobernador de Bayamo. Durante cuarenta días estuvieron desterrados en la aldea de Palma Soriano donde compuso el conocido soneto Mi Adoración, un canto patriótico a la naturaleza cubana, con su río Cauto, cedros y palmares.

En agosto de 1854 Fornaris se vio obligado a abandonar Bayamo por sus ideas políticas liberales, acusado de haber tomado parte en el acuchillamiento de un oleo que presidía la Sociedad Filarmónica. Inicialmente fue sancionado al destierro en México, pero el capitán general José de la Pezuela se la conmutó por el ostracismo en La Habana.

A pesar de estar vigilado, Fornaris siguió sus labores de propaganda patriótica, con la publicación del libro Cantos del Siboney (1855) y la puesta en escena de obras de teatro de un alto contenido social. Es sin dudas, uno de los que supo arrullar la patria y ponerla en la senda gloriosa de la independencia.

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José Fornaris y el Nacionalismo

Amarilis Terga Oliva

La poesía es una expresión representativa de nuestra nacionalidad. El nacionalismo, con sus diversas vertientes, centró los intereses de escritores y artistas, cuyas obras se desarrollaron durante el siglo XIX. José Fornaris y Luque, es un ejemplo significativo.

El escritor recibió una formación cultural erudita en su ciudad natal, Santiago de Cuba y la capital. Al concluir tales estudios, obtuvo el grado de Licenciado en Leyes. Regresó a Bayamo y ocupó el cargo de regidor del Ayuntamiento.

Solía escribir composiciones líricas, dramáticas y trabajos periodísticos en los que comentaba obras literarias, temas costumbristas y la situación política imperante. El discurso literario propuesto se caracteriza por los ambientes idílicos, exuberantes, en los cuales confluye la excesiva luz en contraste con el tenebrismo.

Mediante la inspiración en el legado cultural precedente, el autor bosqueja personajes enfrentados al mal, cuya pasión supera todo razonamiento, por tanto, los sentimientos y actitudes son rayanas en lo ideal. A través de alegorías, metáforas, imágenes y símbolos, denuncia la política restrictiva impuesta por el gobierno colonial español en la Isla.

En tal contexto, sucede un reconocimiento a la idiosincrasia de los aborígenes cubanos mediante la cual asume la identificación con el medio físico, que es objeto de exaltación y descubrimiento. Así, aparece lo cubano como totalidad.

Es Bayamo mi patria: en su floresta/ Mecióse entre floridos cocoteros, / Como un nido mi cuna en los linderos/ De una escondida y peñascosa cuesta. […] Allí corrí tras el sinsonte pardo y las lindas guanaras y tojosas, /Y atravesé las leves mariposas, […]/ Allí pasé mi infancia dulcemente,/Sin pensar en mis selvas venturosas […]/ Allí no lejos de esa selva umbría/ Al interior bajamos de las grutas./ Ese alto dátil que al confín se pierde/ Del bosque, la sombra con sus alba mano […]/ Muestra su pompa y su ramaje verde […] /A lo lejos espléndida atalaya/Se dibuja en la sombra indecisa/ A la muerte del sol y allá diviso/ Por vez postrera mi nativa playa/ ¡Recibe oh patria! Mis postreros votos.1

Varias composiciones del autor han trascendido. La bayamesa marcó un hito en la conformación de nuestra cosmogonía permitiendo la definición de nuestra identidad. La canción se distingue por la sucesión de imágenes de alto grado en las cuales se dilucida a la patria trasmutada en mujer, ante la cual el sujeto rinde pleitesía y recibe consuelo.

Otras odas, silvas y romances son: La madrugada en Cuba, Ni única creencia, En el bosque, Mi vuelta a Cuba, entre otras. Tanto en Bayamo como en La Habana, el humanista dio a conocer sus criterios políticos mediante crónicas, artículos, comentarios, composiciones poéticas y dramas que obtuvieron gran éxito. Algunos textos se dieron a conocer en La piragua y Floresta Cubana.

La enseñanza fue otro desempeño acometido por el destacado humanista. Lo demostró en el colegio San Anacleto donde explicó Gramática, Literatura, Historia, latín y griego. Además, asumió la presidencia de la Sección de Literatura del Liceo y el Ateneo. Junto a Joaquín Lorenzo Luaces, realizó la compilación Antología Cuba Poética. Entre sus textos publicados, destaca: Cantos del Siboney (1851 y 1855), Flores y lágrimas (1860), Cantos tropicales (1874), El arpa del hogar (1878), El libro de los amores, Amor y Sacrificio, La hija del pueblo y los textos didácticos: Elementos de Retórica y Poética, compendio de Historia Universal y figuras de Retórica, etc.

Recordar a esta personalidad de nuestras letras, permite inferir que los aportes legados a la cultura regional, aún permanecen velados. Por esta razón, es un desafío descubrir tales valores en sus creaciones. Así lo vindicaríamos del olvido en el cual se halla. Sin duda, el mismo integra los anales de la historia literaria nacional.

1Manuscrito original fotocopiado, Bayamo, Casa de la Nacionalidad Cubana, (s. a. de p.)
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Fornaris y la invención de Cuba

Mario Cobas Sanz

El siglo XIX fue un período clave para la formación de la conciencia nacional, que exigió a la metrópoli moderadas reformas, y culminaría en el separatismo que condujo a las guerras por la independencia. Desde dentro y fuera de la Isla, se afianza la expresión del sentimiento de cubanía en la prosa, la lírica y la identificación de elementos de la naturaleza, que más adelante devendrían símbolos, como las palmas y las mariposas, con las aspiraciones independentistas que animaron la escritura de poetas de la época.

Otros han estudiado el devenir de esas simbologías, y las poéticas que le dieron origen. Ejemplo de ello es José Fornaris y Luque. En el año 1852 escribe La bayamesa, poema que se convertiría, con el tiempo, en un patrimonio musical del canto a la libertad y que contribuyó a fijar los sentimientos de profunda cubanía en oposición a todo lo peninsular.

La bayamesa es considerada la primera canción romántica cubana. Escrita para una mujer, Luz Vázquez y Moreno, tiene un sentido amoroso en su esencia, y una factura musical depurada.i La versión original de José Fornaris publicada en La Habana en 1888 dice:

¿No te acuerdas, gentil bayamesa,
Que tú fuiste mi sol refulgente,
Y risueño en tu lánguida frente
Blando beso imprimí con ardor?

¿No recuerdas que un tiempo dichoso
Me extasié con tu pura belleza,
Y en tu seno doble la cabeza
Moribundo de dicha y amor?

Ven, y asoma a tu reja sonriendo;
Ven, y escucha amorosa mi canto;
Ven, no duermas, acude a mi llanto;
Pon alivio a mi negro dolor.

Recordando las glorias pasadas
Disipemos, mi bien, la tristeza;
Y doblemos los dos la cabeza
Moribundos de dicha y amor.ii

Estrenada la pieza sin haberse publicado, por su contagiosa melodía pasó de boca en boca, y alcanzó tal fama que rápidamente se extendió por el territorio nacional y más allá de las fronteras. A partir de entonces comenzó a generarse una tendencia de agregar a una misma melodía diferentes textos, según las circunstancias a que estuviera dirigida la pieza.

Walter Goodman, pintor retratista inglés que visitó Santiago de Cuba en el año 1864, recoge en sus crónicas cómo los negros y mulatos en sus tertulias nocturnas, sentados en sus taburetes rústicos junto a las puertas de sus casas, acompañados de una guitarra, una marímbula y un tingotalango, interpretaban canciones y serenatas. Refiriéndose al que toca la guitarra señala: “[…] es el que goza de mayor favor y se le pide a veces que acompañe una canción popular y muy sentimental llamada La bayamesa […]”.iii

Después del estallido revolucionario del 10 de octubre de 1868, la canción acentúa su sello nacional, al crearse sobre la música un texto de carácter revolucionario:

¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que Bayamo fue un sol refulgente,
donde impuso un cubano valiente
con su mano, el pendón tricolor?

¿No recuerdas que en tiempos pasados
el tirano explotó tu riqueza,
pero ya no levanta cabeza
moribundo de rabia y temor?

Te quemaron tus hijos; no hay queja,
que más vale morir con honor
que servir al tirano opresor
que el derecho nos quiere usurpar.

Ya mi Cuba despierta sonriendo,
mientras sufre y padece el tirano,
a quien quiere el valiente cubano
arrojar de sus playas de amor.iv

De igual manera se creó una versión que denotaba el sentir de los bayameses con respecto al incendio de la ciudad.

Fornaris, meses después de haber escrito La bayamesa, compone los Cantos del siboney, en los que exalta la libertad, y traslada imaginativamente la opresión colonialista al pasado indígena, lo que sirvió de base a una auto-identificación criolla rebelde, destinada a forjar el futuro de la nación cubana.

En los Cantos del siboney, en medio de una desbordada transferencia de escenarios y personajes, incluye versos inflamatorios. En su poema El cacique de Ornofay, presentará a Cristóbal Colón en un impensable diálogo con el jefe indio. El cacique, que duda de las intenciones del genovés, tras poner en boca de este, promesas de cultura y seguridad bajo el pabellón de Castilla, le advierte e impreca:

Si es así florezca Cuba
bajo tu amparo celeste,
y trueca este sitio agreste
en otra España, Colón.

Más si a tu rey nos inmolas
que al fin tu raza se vea
hollada, y ¡maldita sea
toda tu generación!

Que jamás halles sosiego
a la sombra de las palmas
y te aborrezcan las almas
de la tribu siboney.

Que rencor fecundo incube
en los hijos de los godos
y abjuren en Cuba todos
de tu Dios y de tu Rey. v

No es extraño que dentro del código cifrado de la época, los Cantos del siboney fueran leídos como un alegato político, pues el libro apareció meses después de la ejecución de Ramón Pintó, con la que culminó el baño de sangre en que fue ahogado el movimiento anexionista.

En la valoración de la obra de Fornaris no puede olvidarse la lectura de su trabajo sobre retórica poética (1867), en la cual se encuentra el consistente pensamiento de libertad y heroísmo patrio.

Con Joaquín Lorenzo Luaces, Fornaris recopiló y editó en 1859 Cuba poética, una de las primeras antologías de la poesía cubana. Fornaris viajó por España, Francia e Italia.

i Compuesta en compás de tres por cuatro, en tiempo de vals, comienza sus partes a contratiempo. Son muy recurrentes las terminaciones femeninas y desde el punto de vista morfológico se trata de un vals en dos partes (binario), estructura fundamental que asume luego el amplio sistema genérico de la música cubana. Véase Augusto César Odio: Ventana Sur, Revista cultural de la provincia Granma, no. 7, enero-marzo del 2009, p. 23.

ii Zoila Lapique Becali. Música colonial cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902), t.1.p.188.

iii Walter Goodman: Un artista en Cuba., p. 131.

iv Esta versión la reprodujo el folclorista Ramón Martínez y Martínez en su Oriente Folclórico, quien nos dice en la entrega tercera, p. 33: <<con motivo del incendio de Bayamo (…) apareció en el cancionero anónimo, una parodia de la nostálgica canción amorosa de José Fornaris (…)>>

v José Fornaris. Poesías de José Fornaris, p.18.

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La madrugada en Cuba

José Fornaris y Luque

¡Qué hermosos brillan los campos
de mi Cuba idolatrada,
coronados de rocío
y mecidos por las auras,
cuando la luna ilumina
allá por la madrugada!
Alegres los estancieros
dejan sus pobres hamacas:
el uno el terreno siembra
de plátanos y de caña,
el otro a sus mansos bueyes
unce coyunda pesada,
y el sitiero enamorado,
lleno de amorosas ansias,
con melancólico acento
así a su sitiera llama:
"La luna está como el día
y yo velando a tu puerta:
despierta, mi amor, despierta,
ven, acude a mi agonía.
Salta del lecho, María,
que la luz brillante baña
desde la erguida montaña
a la callada laguna:
espléndida va la luna,
y el astro que la acompaña"

II
Y en tanto que al son del tiple
de pie junto a su ventana,
el venturoso sitiero
despierta así a su adorada,
otra va por el camino
sobre un potro de crin blanca,
ojo vivo, casco duro,
y dobles y llenas ancas.
Él también su canto entona,
que el sitiero que no canta,
que no siente, ni se inspira,
no es hijo de estas comarcas.
Mira la luna, y doliente
un hondo suspiro exhala,
al recordar que es su gloria
un corazón que lo engaña.
Y tras el hondo suspiro
quejumbrosa voz levanta;
y así revela su agravio
en canción apasionada:
"Pálida luna que un día
en amoroso desmayo,
alumbraste con tu rayo
la frente que yo quería.
Aquella sitiera mía
me inmola con dura saña...
¡Pérfida, mi nombre empaña!
¡Ella, toda mi fortuna!
¡Qué triste brilla la luna,
y el astro que la acompaña!"

III
¡Oh, qué magnífica escena!
¡Qué seductor panorama!
¡Cómo reluce en las hojas
la luna de madrugada!
Sobre los verdes guayabos
tiende el perico las alas,
que parecen con la luna
abanicos de esmeralda;
de revoltosos totíes
las negras plumas resaltan,
como ramas de azabache
sobre los mangos y jaguas.
En el cafetal vecino
por todas las guardarrayas
del africano guardiero
suena la rústica flauta;
tenor campestre el sinsonte
sus trinos de amor ensaya;
seduce con blando arrullo
la tórtola enamorada;
atados a sus cadenas
rabiosos los canes ladran;
el grillo chilla, el cordero
con tímido acento bala;
en el árbol duerme el ave,
en el bosque el toro brama,
y en el batey canta el gallo
precursor que anuncia el alba.
Mas yo dejando la tierra
busco del cielo las galas,
y entre sus blancos celajes
la luna de madrugada.
No hay duda que es este cielo
aún más bello que el de Italia,
pero si fuese tan triste
como es el de la Bretaña,
lo quisiera por ser mío,
por ser el de mis hermanas,
por ser el mismo que un tiempo
con mi madre contemplaba.
Aquí ardió en mi fantasía
del primer amor la llama,
y con lirios olorosos
ceñí la sien de mi amada.
Bajo este cielo se mecen
estas ceibas, esas palmas
que me dieron sombra amiga
allá en mi risueña infancia.
Bajo este cielo he crecido
en mis selvas y cañadas,
y va en mi sangre, en mis venas,
y clavando en mis entrañas.
En fin sabed que lo adoro
con todo el fuego del alma,
porque no hay cielo en el mundo
como el cielo de la patria.

Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2016
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